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Semillas nutritivas, esperanza para los guatemaltecos que miran hacia el “Norte”

Guatemala es una vez más titular en medios alrededor del mundo, esta vez por ser país del triángulo norte donde Estados Unidos está enfocando sus esfuerzos con rigor para detener el flujo migratorio. Dentro de los esfuerzos por parte de E.E.U.U. para combatir la migración, altos funcionarios han viajado a Guatemala para coordinar estrategias junto al gobierno guatemalteco de Honduras y El Salvador para disminuir la cantidad de migrantes que la región produce. 

El presidente de Guatemala Alejandro Giammattei da cinco razones por las cuales los guatemaltecos huyen de su tierra natal. “La gente emigra porque no tiene trabajo, no hay hogar, no hay salud, educación y seguridad”, explica. Sin embargo, una causa que se le olvida mencionar al presidente es quizá la más trágica de todas: el hambre. 

El medio Washington Post reveló en un nuevo artículo titulado “¿La razón por la que muchos guatemaltecos están llegando a la frontera? Una profunda crisis de hambre”, que Guatemala tiene ahora la sexta tasa más alta de desnutrición crónica en el mundo. El número de casos agudos en niños, según un nuevo estudio del gobierno guatemalteco, se duplicó entre 2019 y 2020. 

Hasta el momento la cifra de desnutrición crónica en el país es de aproximadamente 49.8% y por la crisis de Covid-19 el incremento es alarmante. Muchos centroamericanos se ven obligados a desplazarse para prosperar y sobrevivir. Los agricultores excedentarios y de subsistencia de maíz son vulnerables ante este fenómeno. Tal es el ejemplo de Roberto Cortez, agricultor indígena de la Aldea Yalpemech en Alta Verapaz.

El Caso de Roberto

Roberto comenzó a sembrar maíz a los cuatro años. Es el principal proveedor de un hogar con 10 integrantes incluyendo niños menores de cinco años. Como miles de guatemaltecos, migró a E.E.U.U para poder brindarle a su familia los medios necesarios para su superación. “Yo quiero que mis hijos sean profesionales, que estudien. Tengo un hijo que se tuvo que ir para el otro lado (E.E.U.U.) porque no tenemos dinero para pagarle sus estudios”, explica Roberto. 

En Semilla Nueva, este fenómeno es característico y se conoce bien, que el caso migratorio se repite con muchos agricultores. Según el Instituto de Nutrición de Centroamérica y Panamá (2020), en más del 45% de los hogares rurales en Guatemala, el 50% de la dieta es maíz. Lastimosamente el 77% de las familias tienen una alimentación deficiente o inadecuada sin tener acceso a alimentos con un contenido adecuado de hierro, zinc y calidad proteica (FANTA, 2016).

Las semillas de maíz biofortficadas son una oportunidad de impacto en la productividad y nutrición de las familias agricultoras. Para Roberto por ejemplo, este año logró cosechar 31 quintales más por manzana al utilizar las semillas biofortificadas, lo que representa un resultado de 65% más que su siembra de criollo. Al vender esos 31 quintales extra, según su estimación, si fuesen pagados a Q 120.00 por quintal, por ser temporada de cosecha, obtendría un ingreso de Q 3.720.00. Sin ánimo de ponerle un precio a permanecer en Guatemala, un incremento de este tipo puede hacer una diferencia en los hábitos de consumo e inversión en la educación de sus pequeños. 

Roberto siembra normalmente seis manzanas y guarda 20 quintales de su cosecha para el consumo de su familia (¡2,000 lbs., suficiente para hacer 32,000 tortillas!). Con eso se abastecen mientras lo demás lo pone en venta para lograr generar ganancia y el pago de sus jornales y los insumos agrícolas que debe considerar. Esta es su principal fuente de ingreso. Si más agricultores tuvieran la posibilidad de sembrar maíz biofortificado tendrían un mejor resultado que les beneficiaría en su alimentación y la venta de este.

Roberto migró en el año 2000 con el mismo propósito. Hacer dinero y traerlo a Guatemala para ponerlo en buen uso. Se mantuvo en E.E.U.U. trabajando durante siete años y con el ahorro que logró acumular regresó a comprar terrenos que ahora le sirven para su maíz. Si no fuese por su decisión de migrar difícilmente tendría lo que ahora representa su sustento de vida. “No hay trabajo”, menciona. 

El Caso de Alexander

Alexander de 30 años, agricultor de Quiché, ha intentado varias veces llegar a E.E.U.U en búsqueda de mejores oportunidades. Su último intento fue al inicio del 2020 pero lo deportaron. Explica que necesita capital para poder emprender un negocio y así sacar adelante a su familia. 

Al regresar a casa, decidió iniciar un nuevo negocio antes de la pandemia, una pequeña granja de gallinas ponedoras. En el 2020, sembró maíz biofortificado por primera vez. Antes de eso, su cosecha no producía lo suficiente y se veía forzado a comprar en el mercado durante cuatro meses. En la época más fuerte de pandemia el alza de precios llegó a Q 5.00 por libra (Q. 1.50 es lo normal), era muy difícil de pagar para él. Viendo su siembra de maíz biofortificado la última temporada, este estaba produciendo hasta 50% más que su semilla nativa. Poder abastecerse durante el año en grano es una oportunidad de ahorro que le permitiría invertir en su granja. 

 El 68% de pequeños agricultores en Guatemala se encuentran en condiciones de pobreza (MAGA, 2020). Guatemala importa alrededor del 20% del maíz blanco, no es suficientemente productivo y competitivo. Se necesita lograr el salto hacia la comercialización. Roberto y Alexander concuerdan en que lo que necesitan los guatemaltecos para prosperar es seguridad económica y alimento para su familia. Hay esperanzas de que con los nuevos cambios políticos y sociales, también con innovaciones alimenticias como el maíz biofortificado, se encuentren maneras para disminuir las necesidades de migrar. Pero mientras tanto miles de personas emprenden su camino hacia “el Norte” diariamente con anhelos de alimentar a sus familias y superar sus condiciones de vida.

Alex y sus dos hijos en casa.

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